sábado, febrero 28, 2009

Aborto

¡No quiero ese hijo!, ¡No quiero hijos!, gritaba Manuel cuando supo que la mujer con quien había vivido años robando de ella sus pasiones y seguridades, había quedado embarazada. Luego de unas llamadas nerviosas, salió a reunirse con ese amigo que trabajaba en la farmacia y que le conseguiría a bajo precio unas pastillas para que ella pudiera abortar. Se tomaron unas cervezas, Manuel habló sobre su desprecio a la mujer y al hijo q había engendrado, guardó las pastillas en su chaqueta y salió a la calle sintiéndose aliviado por el futuro que no sería.

Cuando llegó a su casa encendió su radio y puso un disco, apagó las luces, se acurrucó en un sofá y se durmió deseando que el día llegara pronto para buscar a la mujer y entregarle su preciosa mercancía.

Entonces, comenzó a soñar con un feto que arañaba y rasgaba un enorme vientre, para caer al suelo y arrastrarse hasta su sofá; dificultosamente se incorporaba, mientras Manuel, aterrado ante la endemoniada visión, quedaba inmóvil sintiendo como el pequeño ser sangrante y viscoso subía por sus piernas hasta llegar a su brazo y se detenía por fin cerca de su oído para susurrarle:

-“No quiero a ese padre…”

A la mañana siguiente, la madre de Manuel lo encontró muerto, con un cuchillo abriéndole el estómago, las pastillas deshechas en su boca y ahorcado con algo parecido a un cordón umbilical.